jueves, 24 de febrero de 2011

Edinburgh, Scotland´s capital

La semana pasada estuve en Edinburgh, la capital de Scotland. Es una ciudad muy bella, aunque triste y melancólica, en invierno casi fantasmal. La arquitectura es casi toda clásica -neoclásica-, aunque no falta la ecléctica ni la neogótica, compitiendo en la formación del carácter de la ciudad. Es de complicada topografía, con un gran monte en el medio con el Castillo encima, y con algunas calles que pasan por encima de las otras, mediante puentes de 12 o 15 metros de altura. Los edificios son grises y ennegrecidos por la lluvia. A pesar de la complicación topográfica, es una ciudad mucho más ordenada que London, y también mucho más pequeña, solo tiene medio millón de habitantes. Está al lado del mar, pero la ciudad no se abre a él, pues siempre ha sido un puerto industrial. Al ensanche que se hizo en el siglo XVIII le llaman la New Town, y es una ciudad tirada a cordel y compuesta de casas georgianas, muy atractiva. Aquí todo es orden, casas y ciudad, no como en London, donde las casas son ordenadas y la ciudad no, a no ser que constituyan una square.

Fui a dar dos conferencias y a formar parte de un "jury" para comentar una entrega parcial de proyectos. Todo ello en la Edinburgh School of Architecture and Lanscape Architectural, donde está de profesora una arquitecto que hace conmigo la tesis (esto, un poco eternamente), casada con un ingeniero griego, que también da clase allí. Llevan fuera de sus países de origen muchos años.

Como desconfío de mi soltura en inglés, las conferencias las leí. Me salió bien. Tampoco me salió mal el coloquio con los estudiantes y sus proyectos, aunque a algunos los entendía bien y a otros no.

Fuimos a ver el Parlamento de Escocia con Brian Stewart, un ingeniero de construcción, cuyo equipo dirigió allí la obra, e incluso desarrolló el proyecto en buena medida, pues cuando se empezó todo Enric Miralles había fallecido. Me impresionó el edificio, de forma muy complicada, pero brillante y original. Felicité a Stewart, pues la construcciñon está muy bien ejecutada, lo que es bien meritorio por su complejidad. El edificio, desde luego, no tiene nada que ver con la ciudad en términos de arquitectura.Dicen que la gente critica el exzcesivo gasto, pero que cuando van a ver el edificio por dentro se quedan impresionados y piensan que valió la pena.

Que fuera un arquitecto catalán el que hiciera el Parlamento, a los escoceses no les parece mal, pues se sienten hermanados con el asunto de la autonomía, la independencia, y todo eso. Es, en realidad un disparate, pues no hay historias más distintas que las del Reino Unido y Escocia y las de España y Cataluña. De hecho, el nombre de España equivale al del Reino Unido, pues se llamó España sólo cuando era la Península Ibérica excepto Portugal, es decir unos reinos unidos. Sin Cataluña, no sería España, sino Castilla más Aragón más Valencia, como el Reino Unido sin Escocia no es el Reino Unido, sino Inglaterra más Gales más Irlanda del Norte. Y no hay cosas más distintas que Escocia y Cataluña o Edimburgo y Barcelona. Pero ya se sabe que estas cosas están ahora muy en boga.

Lo más divertido para mí es oír la gaita, que me remite directamente a Asturias, lo que también hace la lluvia y algo del paisaje. No obstante, la gaita escocesa, siendo como instrumento más complicada que la asturiana, se usa para producir una música muy monótona y siempre igual. En Asturias no es así, y aunque puede serlo alguna vez como acompañamiento de bailes, se toca casi siempre una música compleja y normal.

Lo pasé bien en Edimburgo. Había conocido la ciudad treionta y tantos años antes. Todavía recordaba algo. Quizá vuelva en abril a dar otra conferencia, esta vez sobre arquitectura española del siglo XX, y más pública. También la tengo escrita en inglés y también la leeré.

martes, 15 de febrero de 2011

Visita a la Catedral de Coventry

El otro día fui con un amigo, otro arquitecto español, a la ciudad de Coventry, al norte de Londres, cerca de Birmingham. Es una ciudad pequeña. En un parque hay un "memorial" a los caídos de la guerra del 14, luego dedicado también a los de la del 39, y que es bonito, como una maqueta muy grande de un rascacielos escalonado. Una guía dirigida por Pevsner dice que es de estilo "soviético", pero no es verdad. Si se quiere algo así, hay que decir que es de estilo estadounidense.

Coventry fue prácticamente destruido en la segunda guerra mundial, pues era un lugar con fábricas de armamento y fue arrasado por la aviación alemana. De la catedral gótica, quedó una torre y la mayor parte de las paredes. En los años 50 hicieron un concurso, que ganó Basil Spence, para reconstruir la catedral. Fue un concurso famoso, recuerdo que se publicó en la revista Arquitectura, la de Madrid, y que hubo allí una cierta discusión crítica acerca de la solución.

Basil Spence había nacido en Bombay, India, en 1907, pero era hijo de escoceses. Se fue a estudiar la high school a Edinburgh y allí hizo después arquitectura en el College of Art. Realizó las prácticas profesionales en London, nada menos que en la oficina de Edwin Lutyens. Lutyens estaba entonces ocupado con los proyectos de New Delhi, y Spence trabajó, de hecho, en el de la Viceroy House, la obra maestra de Lutyens en la India.

Spence acabó la carrera en Edinburgh y tomó contacto con la arquitectura moderna hacia 1934, a través de algunas casas unifamilares reacionalistas y un proyecto de garaje. En 1939 marchó a la guerra europea como oficial, y se licenció de Mayor (Comandante), un grado bastante alto.

En cuanto a la Catedral de Coventry, la propuesta de conservar y consolidar las ruinas de la catedral vieja y de que este espacio, ahora abierto, hiciera las veces de atrio de una catedral nueva, no era de Spence, sino de las propias bases del concurso. En realidad procedía de una propuesta de 1944 hecha por Giles Gilbert Scott, que también hizo el anteproyecto de una catedral nueva, suavemente gótica en el exterior y más moderna interiormente, pero que no se aceptó. Giles Gilbert Scott, hijo y nieto de arquitectos, era un profesional de alto nivel y prestigio, nacido hacia 1880. Ecléctico, como corresponde a su edad, y moderno después. Siendo muy joven ganó el concurso para construir la catedral de Liverpool, y la hizo en un afortunado neogótico. Hizo trabajos famosos, muy conocidos, como el diseño de la cabina roja de teléfonos inglesa, y las dos grandes centrales eléctricas londinenses, la de Batersea (la de las custro chimeneas) y la Bankside Station, que es la que hoy aloja la Tate Modern, enfrente de la Catedral de St Paul. Estas cosas dan suficiente idea de lo interesante que era profesionalmente. Pero su prestigio no fue suficiente, pues se quería que se hiciese un importante concurso, aunque solo fue nacional.

Basil Spence hizo el proyecto para el concurso de la Catedral de Coventry de un modo muy afortunado. Otros concursantes hacían cosas académicas, neogóticas incluso, o modernas, algo tímidas y rígidas. También hubo dos proyectos estrepitosamente modernos, uno de Alison y Peter Smithson y otro de Colin St John Wilson. Pero sólo Spence acertó con algo tan moderno como matizado e intencionado para el lugar, y ello tanto en el exterior como en el interior. No extraña nada que su propuesta se impusiera fácilmente a ojos del jurado.

La Catedral propuesta, y luego construida, es una nave bastante alargada, que forma 45º con la ruina antigua, tal y como invitaba el terreno, y que se une a ella con la mediación de un gran pórtico. El cerramiento externo de la nave es en zig-zag, haciendo que paños hacia el sur sean las entradas de luz mediante vidrieras, y consiguiendo con ello un volumen atractivo, emparentaso con el expresionismo. El pórtico, que en el concurso era más bajo, y que después se elevó a la altura completa de la catedral, se encarga tanto de la unión física como del contraste figurativo, bastante afortunado, con la fábrica gótica.

El interior es un espacio de 3 naves a la misma altura, realizado con soportes cruciformes de acero recubiertos con hormigón armado y una estructura superior de vigas en los dos sentidos, y con variaciones tanto en altura como en planta. Ello supone una sutil, indirecta e interesante analogía con el gótico. En síntesis, es una catedral muy bella y solo por verla merece la pena visitar la ciudad.

Después de verla y de comer en un pub, volvimos en tren hacia las 4 de la tarde. La visita, sugerida por el prof. Adrian Forty, había sido una propuesta de Manuel López, el arquitecto valenciano que está haciendo el Master en la Bartlett School, que yo acepté contento y que he agradecido mucho.

domingo, 13 de febrero de 2011

El desastre de la City londinense. O, ponga su verdadera cara a los negocios financieros

La característica principal de la ciudad de Londres ha sido la de no tener planificación urbana. O, al menos, la de no tener "trazado", geométrico o compositivo. Esta idea se convirtió en una verdadera invariante, casi una manía, y llegó hasta el extremo de que, después del pavoroso "Great Fire" de 1966, que destruyó la ciudad prácticamente por completo, el Parlamento no aprobó el nuevo trazado propuesto por el arquitecto Christopher Wren, elegido por el rey entre otras dos posibilidades, la de Evelyn y la de Hooke. Los propietarios no querían someterse a las incomodidades que suponía una reparcelación, y defendían el trazado antiguo para que cada cual pudiera construir a su alberío sobre los mismos terrenos.

Así, las cosas, la City (como se llamó a la ciudad que propiamente era London, y no Westminster, que era el lugar del rey, ente otros muchoslugares diversos que hoy configuran el "Great London") se reedificó sobre casi el mismo plano medieval que tenía. Alí se hicieron casas de piedra, en vez de en madera, para conjurar la posibilidad de otro incendio, y allí se construyeron de nuevo las muy numerosas iglesias, que proyectó Wren, así como la gran catedral de St Paul, proyecto también suyo, como es bien sabido, y cuya fortuna formal y gran tamaño logran imponerse al entorno y caracterizar el lugar.

No reformar el plano medieval fue, sencillamente, un disparate. Al principio no importaba mucho, por el tipo de caserío, aunque ya las iglesias de Wren acusaban bastante las consecuencias de las irregularidades del plano. No obstante, con las esbeltas y atractivas flechas de sus torres, los templos lograban imponer un cierto orden urbano, al menos desde el aspecto visual, tal y como comprobamos en algunos cuadros y grabados de los siglos XVIII y XIX. Edificios como el Banco de Inglaterra, de John Soane, muestran bien la enorme irregularidad del lugar, vencida por medio de la habilidad de los proyectistas.

Pero en la época victoriana y, sobre todo, en el primer tercio del siglo XX, la City fue sometida a un proceso de transformación prácticamente absoluto, en el que sólo quedaron las iglesias y la catedral como testimonios del pasado. Hubiera sido lógico que se aprovechara para darle al importante sector financiero un nuevo trazado, pero tanto la tradición como la pereza, y un sentido tan práctico como equivocado (pues es cierto que construir sobre lo ya existente era más inmediato y más fácil), se impusieron por completo. El plano de la ciudad siguió prácticamente igual y los edificios se renovaron y crecieron en volumen. La habilidad de los proyectistas eclécticos y clasicistas fue puesta a prueba, y salió vencedora, al tener que aceptar las tortuosas, irregulares y curvas alineaciones, y hasta puede decirse que todas estas cosas aumentaron el pintoresquismo y el interés visual de las arquitecturas, mayormente clásicas, que participaron en la operación. Un pintoresquismo clásico, de encuentros difíciles, ángulos agudos y obtusos, quiebros y curvaturas, pareció aumentar el interés de la "sinfonía" urbana interpretada por los edificios de las grandes firmas.

El "paisaje" creado es, en realidad, bastante abusivo, lo que no quiere decir que esté exento de interés. Tal vez lo más valioso sean edificios como los de Lutyens, aunque no hay muchos, o algunas contribuciones de arquitectura moderna, como la de Owen Williams. El otro extremo es el de la pretenciosa y desastrosa operación de Herbert Baker, el amigo de Lutyens y su colega en New Delhi, con la ampliación del Banco de Inglaterra y el consiguiente destrozo de la obra de Soane. Este disparate puede servir de emblema de la gran operación, como lo puden ser tambien la situación en la que quedaron las iglesias de Wren, de las que apenas se ven ya las flechas, y que están ahora escondidas entre la masa de los pétreos gigantes financieros.

Pero a finales del siglo XX y principios del XXI, en la City se ha emprendido otra operación especulativa y, naturalmente, sin cambiar el viejo trazado. Ya no son tiempos, en realidad, ni hay muchas posibilidades. Ahora en la City se han respetado casi todos los viejos artefactos clasicistas de la última operación, pero se las han arreglado para encontrar sustituciones y construir arquitectura ¿moderna?, generalmente de acero y cristal. La conservación de las viejas alineaciones combinada con los volúmenes escesivos y con una arquitectura comercial infame ha creado así uno de los lugares más feos del mundo, a la altura del contenido altamente inmoral que encierra.

Los viejos edificios clasicistas se defendían mejor. Para empezar eran de piedra, y conservaban ideas de arquitectura tanto de cieta eficacia como de un notable y arquitectónico candor. No es que fueran mejores, pero sus recursos eran más eficaces. Los edificios ¿modernos? de ahora son detestables (opnotius) y es difícil decidir si son peores los que toadavía, con más picardía que ingenuidad, intentan algo parecido a las preexistencias ambientales italianas, o los que, sin más, se lanzan a exhibir ridículas y abstractas aventuras formales.

Lo cierto es que la City se ha convertido en un infierno, arquitectónicamente hablando. It´s a place absolutly obnoxious. Y tiendo a creer que la culpa principal corresponde a aquellos propietarios del siglo XVII que se negaron a reformar el plano de la ciudad en favor se sus intereses económicos más inmediatos. Creo que Rasmussen se equivoca de medio a medio cuando elogia esta conservación en su conocido libro "London, the unique city".

Y lo malo es que todo ello le da la razón al Príncipe Carlos y a sus campañas reaccionarias en favor de una arquitectura ¿clásica?, que ya no existe ni puede existir, y que acaba teniendo como ideal las aldeas historicistas de Disney World. Charles II, el rey de la restauración y del incendio de 1666, tenía demasiado cerca que a Carlos I, por oponerse al Parlamento, le habían cortado la cabeza. Por eso no se atrevió, quizá, a insistir sobre la reforma de la City. Al Prince Charles actual no le van a cortar la cabeza, porque ni siquiera va a llegar al trono. A Dios gracias (en nombre de los británicos).